miércoles, 3 de octubre de 2012

5ta SESIÓN AULA DIGITAL.

 
 
 


ACTIVIDAD CIENCIAS III: Realizar una presentación power point, sobre métodos de separación de mezclas. Mínimo 10 diapositivas.


ACTIVIDAD CIENCIAS II: Realizar una presentación en power point de Galileo Galilei, insertar música de la época. Mìnimo 10 diapositivas.

CANTANDO.....

 


 



ACTIVIDAD: Realiza en equipo una presentación en power point pps, en la que hagas uso de la misma canción pero con imágenes de tu entorno y de uds. mismos que contrasten entre el respeto al medio ambiente y el deterioro en tu comunidad del mismo.

DESARROLLANDO MIS VALORES.....




 
 
ACTIVIDAD: Observa el video, y describe en un texto cuál es el conflicto que se genera, las emociones y la solución al mismo.
¿Qué opinas de las diferencias entre individuos?
¿Cuál es el valor que debemos ejercer ante la diferencia?
¿Qué beneficios tiene aceptar nuestra propia diferencia y la de los demás?
¿Crees que en salón de clase y en nuestros grupos de trabajo se ejerce este valor? 
 


INGLÉS A LA CARTA

 
 
 
 
 
 
ACTIVIDAD CIENCIAS II Y III.  Escucha y observa el video.
Redacta el audio del video en inglés y anota el contenido del mismo en español. Ilustra con imágenes tu documento. (utiliza word)

PORQUE LA CIENCIA NO DEJA DE SORPRENDERNOS

Para que recuerden sus experiencias en laboratorio, he aquí algo de la primera práctica recreativa haciendo uso de un método de separación de mezclas.




 
GRACIAS EQUIPO 1 POR COMPARTIR LAS IMÀGENES.
 
ACTIVIDAD CIENCIAS III: De acuerdo con su experiencia responda: ¿ Qué tipo de mezcla obtuvo después de someter a calentamiento y gregar el jugo de limón?
¿Qué método de separación de mezclas utilizó?
¿Éste método es empleado comunmente en su vida cotidiana?, ¿En dónde?
 
 

lunes, 1 de octubre de 2012

LA LECTURA DE LA SEMANA (QUIMICA)

 


El fantasma de la casa de campo
Un caso desconocido de Sherlock Holmes
UNA BRUMOSA NOCHE me dirigí al 221B de Baker Street para visitar a mi amigo, el señor Sherlock Holmes. Durante años ambos nos frecuentamos casi a diario, sin embargo, desde mi matrimonio solamente había podido verlo un par de veces.
Antes de subir a la habitación del primer piso donde él vivía, pregunté a su casera, la señora Hudson, si Holmes se encontraba ocupado. Con un movimiento de cabeza ella me hizo notar la estridente música que venía de arriba. Entonces recordé que cuando mi amigo no tenía ningún caso entre manos, solía tocar de manera obsesiva el violín para tranquilizarse.

Entré al estudio sin hacer ruido y me senté a esperar. Pese a encontrarse de espaldas, se percató inmediatamente de mi presencia e interrumpió aquella interpretación de Paganini.

–¡Watson!– exclamó con sincera alegría– Me da gusto tenerlo por aquí. ¿Qué tal la vida de casado?

–No tengo motivo de queja, respondí.

–Hace bien, la señorita Morstan... perdón, la señora Watson... es una mujer maravillosa. Es usted muy afortunado.

–Ciertamente lo soy– repuse complacido.

La capacidad de observación de Holmes le permitió adivinar en las facciones de mi rostro que aquella visita no tenía un carácter social.
–Y bien ¿cuál es el problema, Watson?

–Yo no dije que tuviera un problema.

–Por favor, amigo mío, dejemos a un lado las evasivas; lo conozco demasiado bien. Dígame qué le preocupa.

Así, mientras Holmes fumaba su pipa favorita, expuse la razón de mi presencia. Le conté que un tío de mi esposa Mary le había heredado hacía unos seis meses una casa de campo en Hampstead. Era una quinta un tanto descuidada pero habitable. Su principal defecto era que se encontraba bastante apartada de la civilización, en medio de un gran valle. Otro inconveniente era la ausencia casi completa de servidumbre. Fuera de una cocinera que iba medio día, el único empleado del lugar era Carruthers, un anciano que había estado al servicio del tío de Mary durante más de veinte años y cuyos deberes consistían en arreglar el jardín, hacer pequeñas reparaciones y vigilar la propiedad.

–Pues bien, el jueves pasado Mary y yo decidimos dejar nuestro hogar en Londres e instalarnos en aquella casa de campo. Queríamos pasar unos días tranquilos, lejos del bullicio citadino–

Le expliqué.

–Sin embargo, las cosas no salieron como ustedes esperaban ¿no es así?

–Efectivamente, al poco tiempo comenzaron a ocurrir algunos hechos que nos llevaron a sospechar que alguien más, aparte de Carruthers y de nosotros dos, se encontraba en el lugar.

–¿Un ladrón?

–No precisamente... Me temo que se trata de una presencia sobrenatural.

–¿No me digas que ahora crees en fantasmas? –me interrumpió Holmes con una sonrisa irónica.

–Es que no encuentro otra forma de explicar lo sucedido.

A petición de Holmes, narré los hechos tal como los recordaba. Él me escuchó en silencio y, de vez en cuando, me interrumpía para solicitar alguna precisión.

Le informé que poco después de nuestra llegada estaba yo en el segundo piso mirando a través de la ventana con un potente catalejo. Observaba a Carruthers, quien cazaba conejos para la cena. Después de acechar a uno de estos animales durante largo rato, disparó su escopeta y bajó de inmediato el arma. Había fallado. Sin embargo, alrededor de un segundo después escuché el sonido de un disparo. No podía ser el arma de Carruthers, pues éste, como ya dije, había bajado la escopeta.

–¿A qué distancia se encontraba Carruthers de ti?– preguntó Holmes.

–A unos quinientos metros, más o menos.

–¿Y escuchaste el disparo de su escopeta?

–En realidad no. Solamente vi a través del catalejo cuando apretaba el gatillo. Pero el otro disparo, el que sonó a continuación, ese sí lo escuché.

Después le conté a Holmes la visión que tuvo Mary. Una mañana muy temprano ella hacía la limpieza en una de las habitaciones cuando, de pronto, vio una figura humana de contornos borrosos proyectada en la pared. Lo más impresionante es que aquella figura se encontraba flotando cabeza abajo. Yo paseaba en ese momento por el jardín y, al escuchar el grito de Mary, entré a la casa de inmediato, pero no vi nada. El espectro había desaparecido.

 
–¿La habitación tenía ventanas?, inquirió Holmes.
–No, ninguna.

–¿Alguna abertura?

–Sí, una grieta en el muro. Pero era pequeñísima; apenas un poco mayor que el diámetro de un lápiz. Ni siquiera un ratón podría haber pasado por allí.

Finalmente narré la desagradable sorpresa que nos llevamos Mary y yo al abrir una de las botellas de vino que su tío había guardado en la cava durante varias décadas. Al parecer alguien se había estado bebiendo aquel finísimo Beaujolais y lo había sustituido por algo que sabía horrible.

–¿La cava donde estaba el vino era adecuada?— quiso saber mi amigo.

–Por supuesto, respondí. Era un sitio seco, oscuro y con la temperatura idónea.

–¿Cómo se encontraban colocadas las botellas?

–Alineadas en anaqueles, como en los bares.

Holmes permaneció en silencio durante unos segundos y luego sonrió. Su rostro reflejaba una expresión divertida.

–Bueno, bueno– dijo en tono irónico. De acuerdo con tu relato nos enfrentamos a un fantasma que, para no aburrirse, dispara armas, flota de cabeza en las habitaciones y además le gusta el vino. ¿No es así?

–Yo sólo te cuento lo que sucedió, repuse ofendido. Y mientras no encuentre una explicación más razonable para estos extraños sucesos, sospecharé que se trata de manifestaciones de ultratumba.

–De acuerdo, dijo Holmes, volviendo a adoptar una actitud seria. Te propongo analizar por separado los tres sucesos de los que me has hablado. Primero tenemos el caso del disparo. Tú viste a través de un catalejo a Carruthers disparar su rifle, pero no escuchaste la detonación sino hasta un instante más tarde. Ello te llevó a suponer que alguien había disparado otra arma inmediatamente después. Pues bien, querido amigo, lo que tenemos aquí es un problema científico, el cual se relaciona con una rama de la física denominada acústica. Recuerda que el sonido viaja a distintas velocidades dependiendo del medio en el cual se propague (líquido, sólido o gaseoso). En el aire su velocidad es de 331 metros por segundo. Tú te encontrabas más o menos a medio kilómetro de allí, lo cual significa que el sonido producido por la escopeta de Carruthers tardó en llegar a tus oídos un poco más de un segundo. Por eso creíste que se trataba de otra arma la que había sido disparada. Es un caso similar al del rayo y el trueno. Ambos fenómenos ocurren al mismo tiempo, sin embargo, dado que la luz viaja más rápidamente que el sonido, primero vemos el rayo y poco después escuchamos el trueno.

–Pero ¿qué me dices del fantasma que flotaba cabeza abajo y que desapareció en una habitación sin ventanas?

Las herramientas de Sherlock Holmes

Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, no ignoraba el valor que tenía la ciencia dentro del trabajo detectivesco. Por ello dotó a su personaje de una insaciable curiosidad científica y de conocimientos en diversas áreas del saber humano. De hecho, en el pequeño estudio de Baker Street donde Holmes habitaba había numerosos instrumentos de laboratorio, como matraces, tubos de ensayo, mecheros Bunsen, frascos con sustancias y un microscopio. Estas herramientas le resultaron de gran utilidad en su lucha contra el crimen y, de manera particular, para enfrentar a su archienemigo, el doctor Moriarty.

–Para explicarlo tenemos que pasar a otra rama de la física: la óptica. Se trata del fenómeno denominado cámara oscura. Es muy sencillo: si en el muro de un recinto vacío haces un pequeño agujero, la luz que entre desde el exterior proyectará en el extremo opuesto la imagen de los objetos exteriores, los cuales aparecerán cabeza abajo, igual que tu fantasma. Éste es un efecto conocido desde hace muchos siglos. Lo usaban los pintores para dibujar paisajes y es el principio básico de las actuales cámaras fotográficas. Seguramente la habitación donde Mary vio al fantasma es una especie de cámara oscura natural. Cuando el Sol alumbra por la mañana la luz entra por la pequeña grieta de la que me hablaste y proyecta una imagen sobre la pared opuesta.

–Pero, entonces ¿quién era el fantasma?

–Tú dijiste que paseabas por el jardín. Quizá te encontrabas exactamente junto a la pared donde estaba la grieta y en ese momento alumbró el Sol.

–¿Quieres decir que el fantasma era yo?

–Muy probablemente.

Las explicaciones de Holmes me hicieron sentir avergonzado. Hubiera preferido callar; sin embargo, deseaba llegar hasta el fondo del asunto y me atreví a preguntarle cómo explicaba lo del vino.

–Para entenderlo debemos dejar la física y pasar a la química. No sé si sepas que en la mayoría de las bodegas en las cuales se guarda vino durante mucho tiempo las botellas se colocan acostadas. De esta forma el corcho siempre está en contacto con el líquido y así conserva su flexibilidad y no se encoge. En cambio, cuando se guarda mucho tiempo una botella en posición vertical, el corcho no está en contacto con el vino y, con el tiempo, se reseca y contrae. Al hacerse más pequeño, el corcho ya no ajusta bien en la boca de la botella y permite la entrada del aire al interior. Entonces ocurre un fenómeno conocido como oxidación, el cual consiste en la alteración de los componentes del vino al contacto con el oxígeno. El resultado es una bebida demasiado fermentada, con un sabor pasado y ácido.

–Como el vinagre— interrumpí.

–Exacto— dijo Holmes.

Después de darle las gracias a Sherlock me despedí de él. Me sentía aliviado pero, al mismo tiempo, un poco ridículo. Dos fenómenos físicos y uno químico nos habían llevado a mi esposa y a mí a creer en la existencia de espectros. Cuando se lo conté a Mary ambos nos reímos de nuestra ingenuidad y comenzamos a interesarnos más en esas ciencias ya que, con el perdón de Holmes, en lo que se refiere a la medicina yo soy una autoridad.

Luis Bernardo Pérez es periodista y escritor. Ha publicado varios artículos de divulgación científica y es autor del libro de cuentos Fin de fiesta.

 
 
ACTIVIDAD: POSTERIOR A LA LECTURA REALIZA LA REDACCIÓN EN UN CUADRO DE DOBLE ENTRADA DEL SUCESO O PROBLEMA A RESOLVER, Y LA EXPLICACIÓN QUE DA SHERLOCK HOLMES BASADO EN EVIDENCIA CIENTÍFICA.


 

LALECTURA DE LA SEMANA (FISICA)



La física
inútil
                              


Sé que es difícil para ella verme como adulto responsable; pero tengo dieciocho años, ya saqué mi licencia, no uso lentes y voy bien en la escuela. Bueno, acabo de entrar a la universidad, por supuesto a una carrera donde no hay nada de física.

FUE ESPANTOSO, se puso como loca. No se imaginan: parecía que se le iban a salir los ojos. Creo que nunca la había visto tan alterada. Bueno, casi como el día que le rompí el ventanal al vecino y le expliqué a ella que era un gol mal calculado. Esa vez me habló de las trayectorias de los proyectiles y de la dureza del vidrio; habría preferido un sermón como los de las otras mamás. Pero mi mamá es física, ¿se dan cuenta? ¿Han visto alguna vez a una física fuera de sus casillas? Prefiero enfrentarme a mi papá; él es economista y sus regaños se reducen a calcular el costo del daño y hacérmelo pagar.

Pero mi mamá...
Sé que a veces, cuando estoy de mal humor, la ofendo diciéndole que la física es inútil. Ella siempre cree que me refiero a su persona, pero no; la verdad es que siempre encuentra algo útil que hacer en sus ratos de ocio. Esas veces le he aclarado que la materia llamada física es una de las más aburridas, difíciles e inútiles creaciones del ser humano. Ella sabe muy bien que los planes de estudio, los libros de texto y muchos profesores de física se han esmerado durante incontables generaciones para hacerla detestable. Pero eso no es lo peor. ¿A quién le importa si dos cuerpos de diferentes pesos caen con la misma velocidad desde la torre de Pisa? (O mismos pesos y diferente velocidad, ya ni me acuerdo). ¿Qué sentido tienen, le digo, para mi vida práctica cotidiana, la carga, el momento o la energía? ¿Para qué me sirven? Tan aburrida es, que todas las portadas de los libros de texto de física traen la ilustración de un cohete espacial con un astronauta, para enganchar a los incautos. Pero abres el libro y, ¿cuál espacio? Puras definiciones aburridas.

Mi mamá me dice que, para empezar, es impropio valorar las cosas sólo desde el punto de vista práctico; me habla del arte, de la bondad y de la espiritualidad. Luego insiste en que la física es al mismo tiempo bella y útil, pero hasta ahora no me lo ha demostrado. Para que deje de hablar, pues se puede estar mil horas sobre lo mismo, le digo que ella sí es bella y útil; entonces sonríe y me pregunta qué me prepara de cenar.

Pero esta vez no rompí un vidrio; ni siquiera he dejado mi ropa tirada. No entiendo por qué reaccionó así, entre furiosa y preocupada. Todo porque le pedí prestado el coche para ir a una fiesta.

Sé que es difícil para ella verme como adulto responsable; pero tengo dieciocho años, ya saqué mi licencia, no uso lentes y voy bien en la escuela. Bueno, acabo de entrar a la universidad, por supuesto a una carrera donde no hay nada de física.

Apenas recuperó la respiración, me dijo: "Es temporada de lluvias; vas a tomar el periférico; hay asaltos por todos lados".

Comprendo que le haya molestado mi tono burlón: "La lluvia, la ruta y los asaltos son eventos independientes —le dije— aunque si esto te ayuda, te prometo que si noto que me siguen en el periférico, pisaré el acelerador hasta el fondo". Yo sólo quería tranquilizarla, pero empeoré la cosa. Bufó y resopló y se dejó caer en el sillón. Luego me llamó ignorante. Eso sí que me dolió. Y no acabó allí la cosa.

"Siempre has dicho que la física es inútil, y no te has dignado a estudiarla en serio; es por esto que no te dejo usar el coche".

"Mamá... —le dije con la voz más conmovedora posible— no te cobres ahora mi rechazo por la física. No es justo. Además, nunca reprobé física".

Ella me miró como se mira a un gusano, a un alien, a un... hijo adolescente. "Pasar física no es lo mismo que saberla. Sólo alguien que ignore la física puede atreverse... —aquí suspiró como heroína de ópera en desgracia— atreverse a decir que, en medio de la lluvia, pisará el acelerador hasta el fondo".

Para mí era lógico, ¿o no?

"Eres un irres-ponsable, —tomó aire y preguntó— ¿A qué velocidad sueles conducir el coche por el periférico?"

En honor a la verdad, dije una mentira piadosa: "A cien por hora".

Hizo un gesto de incredulidad y -prosi-guió: "Un automóvil que va a cien kilómetros por hora recorre como... tres -metros por segundo. A esa velocidad no hay mucho tiempo para evitar un choque con algo que se atraviesa repentinamente".

"Para eso sirven los frenos", dije modestamente.

"Aun aplicando los frenos, el coche viajará varios metros antes de parar. A velocidades mayores... —se sintió obligada a añadir— se requieren mayores distancias. Y no olvides que, debido a la inercia, así como es más fácil poner en movimiento a un vocho que a un trailer, también es más fácil frenar a un vocho que a un trailer. Pero suponte que no se te atraviesa un trailer, sino un muro. Un coche se detendrá más abruptamente si choca contra un muro de ladrillo que si se frena, ya que el muro ejerce más fuerza que los frenos. El muro sufrirá un rozón, pero el coche se destruirá. A toda acción corresponde una reacción".

Apenas empezaba a imaginar semejante choque, cuando ella volvió a la -carga:
"El mundo sería irreconocible si la fricción desapareciera; la fricción es así de común. Tiene su lado latoso: las -superficies se gastan, las llantas se alisan (por cierto, ¿las has revisado últimamente?), el motor se desgasta. El aceite -ayuda a disminuir la fricción (¿hace cuánto que no revisas los -niveles?)".

"Yo creí que tú...". No pude continuar.

"Pero por otro lado, la fricción es necesaria para caminar, para escribir, y para que las llantas del coche se agarren al piso al arrancar, al frenar y al dar vuelta. En un pavimento mojado, hay muy poca fricción; por lo tanto, frenar es un asunto delicado. ¿Y qué sucede en una curva? La fuerza centrípeta se produce por la fricción de las llantas con el pavimento. Unas llantas lisas, aceite o agua en el pavimento, impedirían que el auto girara y se saldría de la curva. Pero si por algún motivo llegara a girar violentamente, la conservación del momento angular haría que el auto diera varias vueltas antes de detenerse. Con el consiguiente peligro."

Para cambiar de tema, se me ocurrió preguntar qué tenían que ver los asaltos con la física.

"Supón —dijo, con ese tono de quien tiene respuesta para todo— que vas por el periférico y una banda de asaltantes te sigue. No te darías ni cuenta."

"Por favor, mamá, —dije, con aire un poco autosuficiente— los vería por el espejo retrovisor."

"Si supieras un poco de óptica, sabrías que un espejo convexo, como el que tiene el coche, aumenta la amplitud del panorama visible para el que maneja, pero da la impresión de que las distancias son mayores. Creerías que no los tienes tan cerca."

No quise meter aquí el argumento del acelerón. La lógica vino en mi ayuda: "De todos modos, los escucharía."

"Qué iluso eres... —me replicó un poco sarcástica— hasta donde sé, siempre manejas oyendo rock a todo volumen. La intensidad del sonido de unas bocinas cercanas tocando rock es de un watt por metro cuadrado, correspondiente a 120 decibeles. Un automóvil sin mofle hace un ruido de 100 decibeles. No olvides, además, que el volumen depende no sólo de la intensidad del sonido y de la frecuencia de las ondas, sino también de la distancia."

Al menos, ya tenía para escoger: choque y asalto a mano armada.

"¿Te quedó claro por qué desconocer la física más elemental puede ser peligroso? ¿Ya le encontraste utilidad a la física?".

"Sí, mamá —le dije convencido— para volverme un neurótico con miedo a salir de la casa. Con pavor de ir a una -fiesta."

No debí decir lo anterior porque reto-mó su tono indignado. "Puedes salir de la casa. Puedes ir a la fiesta. Pero sin el coche. La física sirve para que sepas por qué no te lo presto".

"Mamá, te lo ruego...—la miré a los ojos; no parecían tan severos— La física es utilísima, divertidísima, bellísima"—dije, mientras su tenue sonrisa me daba esperanzas— esperaré a que pase la lluvia; no iré por el periférico; no rebasaré los 50 por hora... —viendo que se ablandaba, añadí el toque final— regresaré a las dos en punto...".

"Una treinta —dijo sin mirarme—. Ah, y tienes que pedírselo también a tu papá".
Suspiré aliviado. Le di un beso y -corrí al estudio.

Mi papá me dio inmediatamente las llaves del coche. Bueno, antes me puso al tanto de los derechos y obligaciones de los tenedores de pólizas de seguro. Y me exigió que le pusiera gasolina al coche. De mi domingo, claro.



Ana María Sánchez Mora es física y autora de varios artículos y libros de divulgación científica, así como del libro La otra cara, finalista del Premio Joaquín Mortiz para Primera Novela 1996.
 
ACTIVIDAD: RECUPERA LOS TÉRMINOS RELACIONADOS CON FÍSICA ESTUDIADOS EN ESTE BLOQUE COMO SON: MOVIMIENTO, DISTANCIA,TRAYECTORIA, ACELERACIÓN,  INERCIA, FRICCIÓN (Y SU IMPORTANCIA), QUE SE ENCUENTRAN EN EL TEXTO Y ESCRIBE SU DEFINICIÓN EN UNA PRESENTACIÓN DE POWER POINT CON IMÁGENES.

REDACTA UN TEXTO EN EL CUAL  DESCRIBAS UNA EXPERIENCIA RELACIONADA CON EL MOVIMIENTO EN TU VIDA COTIDIANA. (MÍNIMO DOS CUARTILLAS)