Sé que es difícil para ella verme como adulto
responsable; pero tengo dieciocho años, ya saqué mi licencia, no uso lentes y
voy bien en la escuela. Bueno, acabo de entrar a la universidad, por supuesto a
una carrera donde no hay nada de
física.
FUE
ESPANTOSO, se puso como loca. No se imaginan: parecía que se le iban a
salir los ojos. Creo que nunca la había visto tan alterada. Bueno, casi como el
día que le rompí el ventanal al vecino y le expliqué a ella que era un gol mal
calculado. Esa vez me habló de las trayectorias de los proyectiles y de la
dureza del vidrio; habría preferido un sermón como los de las otras mamás. Pero
mi mamá es física, ¿se dan cuenta? ¿Han visto alguna vez a una física fuera de
sus casillas? Prefiero enfrentarme a mi papá; él es economista y sus regaños se
reducen a calcular el costo del daño y hacérmelo pagar.
Pero mi mamá...
Sé que a veces, cuando estoy de mal humor, la ofendo diciéndole que la
física es inútil. Ella siempre cree que me refiero a su persona, pero no; la
verdad es que siempre encuentra algo útil que hacer en sus ratos de ocio. Esas
veces le he aclarado que la materia llamada física es una de las más aburridas,
difíciles e inútiles creaciones del ser humano. Ella sabe muy bien que los
planes de estudio, los libros de texto y muchos profesores de física se han
esmerado durante incontables generaciones para hacerla detestable. Pero eso no
es lo peor. ¿A quién le importa si dos cuerpos de diferentes pesos caen con la
misma velocidad desde la torre de Pisa? (O mismos pesos y diferente velocidad,
ya ni me acuerdo). ¿Qué sentido tienen, le digo, para mi vida práctica
cotidiana, la carga, el momento o la energía? ¿Para qué me sirven? Tan aburrida
es, que todas las portadas de los libros de texto de física traen la ilustración
de un cohete espacial con un astronauta, para enganchar a los incautos. Pero
abres el libro y, ¿cuál espacio? Puras definiciones aburridas.
Mi mamá me
dice que, para empezar, es impropio valorar las cosas sólo desde el punto de
vista práctico; me habla del arte, de la bondad y de la espiritualidad. Luego
insiste en que la física es al mismo tiempo bella y útil, pero hasta ahora no me
lo ha demostrado. Para que deje de hablar, pues se puede estar mil horas sobre
lo mismo, le digo que ella sí es bella y útil; entonces sonríe y me pregunta qué
me prepara de cenar. Pero esta vez no
rompí un vidrio; ni siquiera he dejado mi ropa tirada. No entiendo por qué
reaccionó así, entre furiosa y preocupada. Todo porque le pedí prestado el coche
para ir a una fiesta.
Sé que es difícil para ella verme como adulto
responsable; pero tengo dieciocho años, ya saqué mi licencia, no uso lentes y
voy bien en la escuela. Bueno, acabo de entrar a la universidad, por supuesto a
una carrera donde no hay nada de física.
Apenas recuperó la
respiración, me dijo: "Es temporada de lluvias; vas a tomar el periférico; hay
asaltos por todos lados".
Comprendo que le haya molestado mi tono burlón:
"La lluvia, la ruta y los asaltos son eventos independientes —le dije— aunque si
esto te ayuda, te prometo que si noto que me siguen en el periférico, pisaré el
acelerador hasta el fondo". Yo sólo quería tranquilizarla, pero empeoré la cosa.
Bufó y resopló y se dejó caer en el sillón. Luego me llamó ignorante. Eso sí que
me dolió. Y no acabó allí la cosa.
"Siempre has dicho que la física es
inútil, y no te has dignado a estudiarla en serio; es por esto que no te dejo
usar el coche".
"Mamá... —le dije con la voz más conmovedora posible— no
te cobres ahora mi rechazo por la física. No es justo. Además, nunca reprobé
física".
Ella me miró como se mira a un gusano, a un alien, a un... hijo
adolescente. "Pasar física no es lo mismo que saberla. Sólo alguien que ignore
la física puede atreverse... —aquí suspiró como heroína de ópera en desgracia—
atreverse a decir que, en medio de la lluvia, pisará el acelerador hasta el
fondo".
Para mí era lógico, ¿o no?
"Eres un irres-ponsable, —tomó
aire y preguntó— ¿A qué velocidad sueles conducir el coche por el
periférico?"
En honor a la verdad, dije una mentira piadosa: "A cien por
hora".
Hizo un gesto de incredulidad y -prosi-guió: "Un automóvil que va
a cien kilómetros por hora recorre como... tres -metros por segundo. A esa
velocidad no hay mucho tiempo para evitar un choque con algo que se atraviesa
repentinamente".
"Para eso sirven los frenos", dije
modestamente.
"Aun aplicando los frenos, el coche viajará varios metros
antes de parar. A velocidades mayores... —se sintió obligada a añadir— se
requieren mayores distancias. Y no olvides que, debido a la inercia, así como es
más fácil poner en movimiento a un vocho que a un trailer, también es más fácil
frenar a un vocho que a un trailer. Pero suponte que no se te atraviesa un
trailer, sino un muro. Un coche se detendrá más abruptamente si choca contra un
muro de ladrillo que si se frena, ya que el muro ejerce más fuerza que los
frenos. El muro sufrirá un rozón, pero el coche se destruirá. A toda acción
corresponde una reacción".
Apenas empezaba a imaginar semejante choque,
cuando ella volvió a la -carga: "El mundo sería irreconocible si la fricción
desapareciera; la fricción es así de común. Tiene su lado latoso: las
-superficies se gastan, las llantas se alisan (por cierto, ¿las has revisado
últimamente?), el motor se desgasta. El aceite -ayuda a disminuir la fricción
(¿hace cuánto que no revisas los -niveles?)".
"Yo creí que tú...". No
pude continuar.
"Pero por otro lado, la fricción es necesaria para
caminar, para escribir, y para que las llantas del coche se agarren al piso al
arrancar, al frenar y al dar vuelta. En un pavimento mojado, hay muy poca
fricción; por lo tanto, frenar es un asunto delicado. ¿Y qué sucede en una
curva? La fuerza centrípeta se produce por la fricción de las llantas con el
pavimento. Unas llantas lisas, aceite o agua en el pavimento, impedirían que el
auto girara y se saldría de la curva. Pero si por algún motivo llegara a girar
violentamente, la conservación del momento angular haría que el auto diera
varias vueltas antes de detenerse. Con el consiguiente peligro."
Para
cambiar de tema, se me ocurrió preguntar qué tenían que ver los asaltos con la
física.
"Supón —dijo, con ese tono de quien tiene respuesta para todo—
que vas por el periférico y una banda de asaltantes te sigue. No te darías ni
cuenta."
"Por favor, mamá, —dije, con aire un poco autosuficiente— los
vería por el espejo retrovisor." "Si supieras un
poco de óptica, sabrías que un espejo convexo, como el que tiene el coche,
aumenta la amplitud del panorama visible para el que maneja, pero da la
impresión de que las distancias son mayores. Creerías que no los tienes tan
cerca."
No quise meter aquí el argumento del acelerón. La lógica vino en
mi ayuda: "De todos modos, los escucharía."
"Qué iluso eres... —me
replicó un poco sarcástica— hasta donde sé, siempre manejas oyendo rock a todo
volumen. La intensidad del sonido de unas bocinas cercanas tocando rock es de un
watt por metro cuadrado, correspondiente a 120 decibeles. Un automóvil sin mofle
hace un ruido de 100 decibeles. No olvides, además, que el volumen depende no
sólo de la intensidad del sonido y de la frecuencia de las ondas, sino también
de la distancia."
Al menos, ya tenía para escoger: choque y asalto a
mano armada.
"¿Te quedó claro por qué desconocer la física más elemental
puede ser peligroso? ¿Ya le encontraste utilidad a la física?".
"Sí, mamá
—le dije convencido— para volverme un neurótico con miedo a salir de la casa.
Con pavor de ir a una -fiesta."
No debí decir lo anterior porque reto-mó
su tono indignado. "Puedes salir de la casa. Puedes ir a la fiesta. Pero sin el
coche. La física sirve para que sepas por qué no te lo presto".
"Mamá, te
lo ruego...—la miré a los ojos; no parecían tan severos— La física es utilísima,
divertidísima, bellísima"—dije, mientras su tenue sonrisa me daba esperanzas—
esperaré a que pase la lluvia; no iré por el periférico; no rebasaré los 50 por
hora... —viendo que se ablandaba, añadí el toque final— regresaré a las dos en
punto...".
"Una treinta —dijo sin mirarme—. Ah, y tienes que pedírselo
también a tu papá". Suspiré aliviado. Le di un beso y -corrí al
estudio.
Mi papá me dio inmediatamente las llaves del coche. Bueno, antes
me puso al tanto de los derechos y obligaciones de los tenedores de pólizas de
seguro. Y me exigió que le pusiera gasolina al coche. De mi domingo, claro.
Ana María Sánchez Mora es física y
autora de varios artículos y libros de divulgación científica, así como del
libro La otra cara, finalista del Premio Joaquín Mortiz para Primera Novela
1996.
ACTIVIDAD: RECUPERA LOS TÉRMINOS RELACIONADOS CON FÍSICA ESTUDIADOS EN ESTE BLOQUE COMO SON: MOVIMIENTO, DISTANCIA,TRAYECTORIA, ACELERACIÓN, INERCIA, FRICCIÓN (Y SU IMPORTANCIA), QUE SE ENCUENTRAN EN EL TEXTO Y ESCRIBE SU DEFINICIÓN EN UNA PRESENTACIÓN DE POWER POINT CON IMÁGENES.
REDACTA UN TEXTO EN EL CUAL DESCRIBAS UNA EXPERIENCIA RELACIONADA CON EL MOVIMIENTO EN TU VIDA COTIDIANA. (MÍNIMO DOS CUARTILLAS) |